A escasos metros de donde estábamos había un mirador cercado
con vallas de madera que se encargaban de abrazar una pequeña explanada. Justo
a su espalda, un promontorio formado por tres grandes rocas, y que por su
colocación sugería lo que parecía ser una entrada a una cueva.
Cuando nos dimos cuenta habíamos estado ignorando un
diminuto cartel, colocado junto a la entrada del mirador y que pasaba algo
desapercibido para el viandante. En él podía leerse lo siguiente:
La cueva de Periquillo de los Palotes, está compuesta por
grandes piedras formadas por una erupción volcánica.
La leyenda cuenta que en esta cueva habitaba un centauro, monstruo de la mitología griega que era mitad hombre y mitad caballo.
Como su parte inferior era animal, quedaban pocas posibilidades para sus tendencias humanas. De ahí, su afán por devorar carne cruda, su desmedida afición al vino, las pasiones sexuales y el placer en atemorizar a los humanos a los que le lanzaba grandes piedras. Su sola presencia bastaba para poner en fuga a cualquiera.
La leyenda de esta cueva se originó por la preocupación de los mayores y como medida para que los niños no frecuentaran este lugar peligroso; convirtiéndose en Gerena en una tradición oral que se transmitió de padres a hijos.
Hubiese tomado varias fotografías si no fuese porque se me olvidó la cámara (mea culpa) aunque la hora en la que descubrimos ese pequeño hito ya arruinaba cualquier posibilidad de sacar una buena toma.
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