
Los canadienses están convencidos de que hagan lo que hagan los opositores al proyecto, fundamentalmente los grupos ecologistas que están en contra de la actividad minera propiamente dicha, volverán a encontrar nuevos impedimentos para evitar que la mina de cobre sea algún día realidad. Tras haber demostrado que Minas las Cruces no guardaba relación alguna con la contaminación del acuífero la empresa canadiense para acabar de una vez por todas con los escollos medioambientales se ha traido durante el verano a los ingenieros e hidrogeólogos más reputados del mundo y ha construido una planta potabilizadora para descontaminar la bolsa de agua. Terminada la planta el proyecto sigue semiparalizado a la espera de una decisión administrativa que dada la legendaria agilidad y eficacia burocrática de nuestras instituciones verá la luz, seguramente para darles la razón a los canadienses, cuando éstos se hayan marchado, contribuyendo así a reforzar la imagen de Andalucía como destino inversor.
Este episodio adquiere caracteres surrealistas no sólo por producirse justo en medio de una crisis económica como la actual sino más bien por la personalidad de los promotores de la paralización: un grupo de fanáticos encuadrado en la asociación Ecologistas en Acción, que carece de representatividad y de formación para rebatir con argumentos científicos el trabajo de ingenieros e hidrogeólogos. Empresarios, sindicatos y alcaldes de la zona han puesto el grito en el cielo ante el más que posible desaguisado, pero los responsables de la Junta están atrapados y no se atreven a pronunciarse por el puro miedo a las críticas y movilizaciones de los apostoles del ecologismo radical. La última esperanza es que el pánico a la crisis y el sentido común superen al miedo y a las profecías apocalípticas de estos profesionales del ecologismo que se han atribuido la representación de la humanidad.
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