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─ ¿Pasa algo? ─pregunto mientras la puerta automática se abre a nuestro paso.
En la galería exterior, Aurelio se para, me mira de hito en hito y empieza a manotear al tiempo que cuenta una historia rocambolesca en relación con los del Gabinete Jurídico.
En el momento que empieza a referir los detalles, dejo de prestarle atención.
También Aurelio se aburre pronto e interrumpe su relato de ribetes kafkianos.
Nos hemos detenido junto a uno de los pilares. Antes de que hable de nuevo para exponer su previsible conclusión, me adelanto.
─No, no nos odian.
─¿Entonces?
─Son burócratas apegados al régimen, con miedo a que se les tuerzan las directrices y con ganas de hacer carrera. ¿Qué ganan ellos con los problemas que tú les planteas?
─Pero yo los expongo de forma que vean las ventajas que pueden obtener.
─Pues esta vez no han picado. No le des más vueltas.
Contemplamos el jardín entre casual y asilvestrado, con sus montículos que hacen las veces de suaves colinas, y sus olivos de troncos retorcidos y escasas ramas.
─¿Es verdad que los han traído de Israel? ─pregunto.
─Esa gente es capaz de eso y de más.
Entre el romero y el espliego, proliferan los jaramagos, las malvas, diferentes clases de gramíneas y unos cardos con cabezas de color violeta.
─¿Seguimos esperando o nos vamos?
─Ten paciencia ─respondo─. No nos ha fallado nunca.
Fue decir esto y escuchar su balido. Enseguida apareció la oveja que, de cuando en cuando, se paraba a mordisquear la hierba.
La oveja se acercó despacio, levantó su hocico sonrosado y baló suavemente.
Nunca la habíamos acariciado, nunca le habíamos dado nada de comer y, sin embargo, no faltaba a la cita.
─Deberíamos invitarla a una cerveza, ¿no te parece?
Antes de que yo respondiese, el animal dio media vuelta y se alejó triscando.
(Continuará)
En la galería exterior, Aurelio se para, me mira de hito en hito y empieza a manotear al tiempo que cuenta una historia rocambolesca en relación con los del Gabinete Jurídico.
En el momento que empieza a referir los detalles, dejo de prestarle atención.
También Aurelio se aburre pronto e interrumpe su relato de ribetes kafkianos.
Nos hemos detenido junto a uno de los pilares. Antes de que hable de nuevo para exponer su previsible conclusión, me adelanto.
─No, no nos odian.
─¿Entonces?
─Son burócratas apegados al régimen, con miedo a que se les tuerzan las directrices y con ganas de hacer carrera. ¿Qué ganan ellos con los problemas que tú les planteas?
─Pero yo los expongo de forma que vean las ventajas que pueden obtener.
─Pues esta vez no han picado. No le des más vueltas.
Contemplamos el jardín entre casual y asilvestrado, con sus montículos que hacen las veces de suaves colinas, y sus olivos de troncos retorcidos y escasas ramas.
─¿Es verdad que los han traído de Israel? ─pregunto.
─Esa gente es capaz de eso y de más.
Entre el romero y el espliego, proliferan los jaramagos, las malvas, diferentes clases de gramíneas y unos cardos con cabezas de color violeta.
─¿Seguimos esperando o nos vamos?
─Ten paciencia ─respondo─. No nos ha fallado nunca.
Fue decir esto y escuchar su balido. Enseguida apareció la oveja que, de cuando en cuando, se paraba a mordisquear la hierba.
La oveja se acercó despacio, levantó su hocico sonrosado y baló suavemente.
Nunca la habíamos acariciado, nunca le habíamos dado nada de comer y, sin embargo, no faltaba a la cita.
─Deberíamos invitarla a una cerveza, ¿no te parece?
Antes de que yo respondiese, el animal dio media vuelta y se alejó triscando.
(Continuará)
5 comentarios:
thats amazing story.
im here because of few cents for you. just dropping by.
what happened to the other one?
very nice! hahahahaha
im your favorite reader here!
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